Las vacaciones familiares llegan a su ecuador para muchos de nosotros.

Esto puede ser una buena o una mala noticia, según se mire. He de decir, que gracias a Dios, para mí, una buena noticia, pues aún nos quedan unos días para disfrutar de mi familia….¿o no?

Las vacaciones familiares suponen un reto para cualquiera, por muchos motivos. El primero, la convivencia entre nosotros, que es algo por lo que hay que pelear todos los días, pues durante el curso llevamos una marcha, y en vacaciones otra, ¡faltaba más!

Por este motivo creo que es importantísimo establecer unas rutinas, pactarlas con nuestros hijos y cónyuge, en una asamblea familiar, donde papá y mamá tienen claro de lo que hay que hablar porque previamente se han ido a cenar solos, sin niños. Asamblea convocada con tiempo suficiente para que, incluso los pequeños, expongan lo que quieran, y donde todos y cada uno de los miembros de la unidad familiar que van a convivir bajo el mismo techo durante el periodo estival tienen claro que la casa es de todos, por lo que todos vamos a colaborar con el buen funcionamiento de este barco.

Por supuesto, a esta asamblea asistirán también los abuelos (precioso tesoro que hay que cuidar y de los que hablaremos en otro post, que se merecen eso y más) si es que vamos a pasar con ellos las vacaciones familiares.

En nuestra última asamblea, tocamos dos temas básicamente: El trato entre ellos y el reparto de encargos y tareas.

El reparto de tareas, implica que antes los papás hemos hecho un recuento de las mismas y hemos pensado en quién podría realizar cada una(sin olvidar que primero son las personas y luego las cosas). Nosotros tenemos la suerte de pasar un tiempo en la playa en un apartamento que  conforme hemos ido llenando se nos ha ido quedando un poco pequeño, pero es lo que tenemos, y fenomenal, pero cuando hay poco espacio el orden y la limpieza se convierten en algo vital para sobrevivir.

He descubierto que la clave para mantener el orden y la limpieza es ordenar y limpiar todos los días, y esto sólo es posible si se hace «a trozos». Así que hemos dividido la casa en «rincones».

Cada uno tiene que barrer y fregar el suelo de su rincón y quitar el polvo. He comprado dos escobas y dos mochos y cubos de fregar de más, y andando. Metas asequibles, cortas, fáciles de alcanzar. Y pocos reproches.

Además, cada uno se hace su cama (que no tiene mucha ciencia la verdad, porque sólo tienen la bajera y una sábana para taparse un poco que de noche refresca), y a los turnos de poner y quitar la mesa hemos añadido el desayuno. Cada cual recoge lo suyo, pero el encargado tiene que poner el lavavajillas y barrer y fregar comedor y cocina.

¿Cuál es el resultado? Pues que la casa está impecable, que aprenden a valorar el trabajo de los demás, que ven que la casa es de todos, que el trabajo de «Mi Nancy» tiene mucho mérito….

El orden relaja, dignifica, da paz. Porque todo está controlado y no hay nervios cuando queremos salir de casa y necesito las chanclas. Sé dónde está todo.

Por otro lado, han entendido perfectamente que no hace falta que nos lo llevemos tooooodo para ir de vacaciones, porque la cantidad de ropa para planchar no es la misma que cuando te llevas lo justo.

Ah!! no lo he dicho: Han aprendido a planchar , y lo hacen por turnos. Es fantástico, llevo años pensando que yo hablaba chino porque nadie (especialmente mis chicas) me hacía caso y el tamaño de las maletas era como el baúl de la Piquer, y ahora que lo planchan y  lavan ellos oye, ¡qué español tan bonito hablo!, que todos me entienden.

Algunos me habéis planteado cuál es el límite. Yo creo que cada familia lo ha de marcar, y sobre todo mirando a cada hijo, pero si lo medís (yo lo he hecho), este reparto del trabajo es súper educativo, y realmente como mucho les puede llevar media hora.

Les ayuda a salir de ellos mismos, porque, perdonadme, pero a veces las vacaciones y el ocio son enemigos acérrimos de las personas si no cogemos las riendas. Educar no tiene vacaciones. Educar es querer, ¿cómo vamos a dejar de quererlos porque sea verano?

El trato entre ellos en las vacaciones familiares fue el otro tema estrella:

Porque aunque ser una familia grande facilita mucho las cosas a nivel de socialización (siempre hay algún hermano que te cae peor que otro y tienes que aprender a convivir con él), durante el curso no convivimos tanto como en vacaciones, por eso hay que educar la forma de hablarse, pedir por favor las cosas, dar las gracias, no gritar, que se hagan pequeños favores como servirse el agua unos a otros, ayudarse con las tareas, o vestir a los pequeños sin agobiarlos, con tranquilidad, a su ritmo. Respetar la marcha de cada uno, no pasa nada que estamos de vacaciones.

He observado que, todo fluye divinamente hasta que cada uno empieza a ir a su bola. Cuando dejamos de mirar a los otros y empezamos a mirar nuestro ombligo todo se tuerce. Pero cambiar esto no es fácil. Sí lo es cuando los papás estamos atentos y vamos corrigiendo el rumbo diariamente. Lo primero es que nuestros hijos vean que los papás nos miramos el uno al otro, y mamá cuenta con papá y papá cuenta con mamá.

El centro no son los hijos, son los papás. Lo primero para papá es mamá y lo primero para mamá es papá, por eso, buscamos momentos para estar solos. A lo mejor es estar solos en la terraza con el café, si no hace falta mucho, pero solitos, y con pocas expectativas, que las «místicas ojalateras» (sin hache) son tremendas (ojalá esto, ojalá lo otro….), y tienes lo que tienes, así que no seas tonto y no pierdas el tiempo. Disfruta de la esposa concreta que tienes, de los hijos concretos que tienes, ¡de los suegros concretos que tienes! y te aseguro que serás más feliz.

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